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Museo de la Memoria Histórica de Bogotá. Colombia

Concurso

UBICACIÓN
Bogotá, Colombia

AUTORES DEL PROYECTO
Gerardo Ayala Hernández
Mateo Ayala Calvo
Marcos Ayala Calvo

En colaboración con
Javier Vera Londoño

COLABORADORES
Mª Concepción Calvo Campos, Juan Ayala Calvo, Ingrid Halbach, Leticia Roqués Gómez, Sergio Jiménez González, Mª Carmen Pozo Saavedra, Javier Prats Bonet, Ana Paula Rodríguez Cabañas, Almudena Rodríguez Cózar, Alejandro Rodríguez Fraga, Laura Alonso Blasco, Ángela Franco Fuente, Carlos Arquer Fernández, Rubén García del Valle

SUPERFICIE
15.870 m2

FECHA CONCURSO
Julio 2015

 

MEMORIA

‘La arquitectura no está basada en el hormigón, el acero y los elementos de la naturaleza, está basada en la emoción que ésta produce’. Louis Kahn

La naturaleza ha producido desde siempre una emoción en el hombre que le acerca a la contemplación y la meditación. Los lugares sagrados, así como los espacios de relación fueron siempre lugares fuertemente marcados por la presencia de accidentes naturales, cascadas, grutas o grandes ejemplares arbóreos. Nuestro proyecto trata de utilizar esta conexión antropológica con la naturaleza, para establecer un lugar que el programa se afana a definir como lugar del duelo, como el motor de toda la propuesta (‘…lugar para el recogimiento, la reflexión, y el homenaje a la memoria de las víctimas del conflicto…’)

Con frecuencia hemos asistido a museos en los que las piezas se encuentran protegidas en unas urnas consiguiendo que las piezas más insignificantes se vean realzadas por estos contenedores. De igual manera se usan estas urnas en los grandes almacenes para ensalzar los mejores relojes o joyas. Parece como si cualquier elemento introducido en una urna cobrara una importancia y un significado mayor (piénsese en lo apetitoso que parece un trozo de pastel bajo una urna de vidrio). Esta reflexión nos ha llevado a pensar alguna vez en una exposición que estuviera compuesta solo por urnas, (para dulces, para diamantes, para el último smartphone) todas vacías, en la que se pudiera reflexionar sobre el valor de este elemento aparentemente carente de significado por ser transparente y de forma geométrica.

Al abordar el proyecto esta idea se ha utilizado para descontextualizar, y a la vez presentar, la naturaleza como un elemento expositivo, y contemplarla no a nuestro alrededor, sino como un objeto construido, o sea, como una arquitectura.

Una finísima jaula, urna que encerrará toda la carga simbólica de la naturaleza para arrastrar al visitante a su interior, en donde se ubica el espacio del duelo, abierto de forma libre al público y concebido como un paseo por la naturaleza. El espacio se recorrerá subiendo por encima de los volúmenes del propio museo en un desplazamiento espiral ascendente hasta la terraza mirador desde la que se contemplará la naturaleza que circunda la ciudad hacia los cerros. Al pensar en este paseo nos viene a la memoria los jardines y pérgolas del Sitio Roberto Burle Marx en Río de Janeiro.

El programa se ha dividido en dos grandes áreas. Por un lado, los espacios dedicados propiamente a exposición ubicados sobre rasante en el interior de nuestra urna, y por otro se disponen, deprimidos bajo rasante, todos los espacios destinados a las actividades complementarias y de administración.

El museo se concibe como un recorrido interno de una sala a otra, que comienza en el gran ascensor del vestíbulo que trasportará a los visitantes hasta la segunda planta y desde allí se irá descendiendo hasta completar la visita. El espacio destinado a albergar las colecciones se reparte en seis grandes salas reunidas de dos en dos en tres grandes contenedores. Estos tres volúmenes se superponen uno encima del otro, orientados cada uno según las tres orientaciones principales de la parcela (Av. El Dorado, Av. Las Américas y el vecino edificio del CADE)

Los volúmenes se apoyan en la estructura repartiendo las cargas entre varios apoyos lo que permite que los soportes sean realmente esbeltos. Los espacios que albergaran las tres piezas son tan interesantes exterior como interiormente y al abordar su concepción se han tenido presentes las imágenes de pabellón de los países escandinavos en la Bienal de Venecia de  Sverre Fehn. El paseo por el interior del museo queda entrelazado con el paseo por el exterior. Dos recorridos que se entrecruzan como en espiral y que culminan bajo el mirador donde se encuentra el lugar de contemplación, descanso y restauración.

El edificio se abre a todas sus orientaciones, integrándose en su entorno en términos de escala y continuidad con las preexistencias urbanísticas y arquitectónicas, y condensándose en una mínima ocupación del predio para liberar así el máximo espacio posible.

El acceso a todo el conjunto se hace descendiendo la gran escalinata que conduce al foyer permitiendo el paso de los viandantes a través del edificio, conectando el edificio del CADE con la plaza del concejo. En este espacio aparecen todos los usos públicos sin colecciones del programa, esto es la librería, la taquilla, los casilleros, el auditorio o el restaurante mirador que puede usarse con distintos horarios independizando el museo del resto de usos.

Un conjunto versátil y flexible, pero de gesto único que se hará sentirse en un edificio simbólico y de gran sencillez, pero lleno de complejos espacios que podrán utilizarse de distintas formas. El conjunto de celosías, cuadrículas, patios, terrazas y porches conseguirán un importante ahorro energético, ya que se prefiere aclimatar a climatizar.